De día o de noche

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Son las dos de la mañana y el frio me consume. Me hago un ovillo en el asiento del auto, apretando la delgada chaqueta de piel, que para el caso, sólo sirve para presumir un poco con los amigos. ¡Bonita costumbre es ésa! Pavonearse de lo inútil. ¿De qué sirve que la etiqueta diga algo así como Boss, HG o Zenga, si a fin de cuentas deja pasar la garra helada que raya mis huesos? Humanos, al final eso somos.

Entre el vapor de mis cavilaciones y el del café que inexorablemente se enfría, mis ojos adivinan su silueta saliendo del hotelucho al que entró hace hora y media. El gordo idiota debió haberla pasado muy bien, ha cruzado la puerta enseguida y su rostro parece el de una de esas paletas con ojos de gomita. Le da un beso de despedida y cada uno toma direcciones diferentes de la misma calle.

Enciendo el vetusto automóvil y cuidadosamente la sigo. Como cada noche, mis ojos danzan al compás de sus caderas. A cada paso algo en mi se enciende y las preguntas inician su tortura. La estudiante ó prostituta, meretriz ó diseñadora. ¿Cómo es que se puede uno dividir así? Ella es una en el sol y otra con la luna. Dulce canto que despierta al alba y perversa seducción en el ocaso. ¿Yo? ¿Yo que soy?

Seis de la mañana y ella reposó tranquila. Mis manos agradecen los pocos hilos de oro que por ellas se resbalan, las froto y me encamino a casa. En pocas horas estaré delante de ella, explicando el trazo, el sombreado y la proyección. Y mientras el pizarrón de líneas blancas se va llenando, me preguntaré ¿Cuál de ellas las conecta? ¿Cuál de ellas las hace una?

Porque para mí, para mí todo es absolutamente igual, de día o de noche. Todo es el transcurrir monótono del tiempo, hora tras hora, minuto tras minuto. Yo soy el mismo en el alfa y el omega, la misma nota en la partitura de mi conciencia, de día o de noche. ¡Por eso, por eso es que no la concibo!

Son las cinco por la tarde y a su casa la veo partir, a cumplir con su metamorfosis. Y mientras ella se pone la peluca, yo trago el maldito medicamento que pretende hacerme dormir, aplacar esta enfermedad cuyo nombre ya no recuerdo, aplacar toda mi ansiedad.

Ella volverá a ser la meretriz… Yo, el asesino serial.

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